20 de septiembre de 2005

Herejía

   Allá por el tercer o cuarto mate, todavía muy dormido, alcanzo a escuchar:
   -... sí, porque una compañera, que se llama Diosma...
   - ¿Diosma? -interrumpo, creyendo haber escuchado mal.
   - Sí, Diosma.
   - ¿Será por Dios, María y José? - yo, cada vez más perplejo.
   - Mmm.. no creo, porque el segundo nombre es María.
   - ¿Diosma María? ¡Oh, no...!
   Qué pudo haber estado haciendo el Altísimo el día en que esta cristiana fue bautizada, vaya uno a saber. Pero que alguien -y no precisamente Dios- debió haber estado ese día muy mamado, pónganle la firma...

30 de agosto de 2005

Marketing


   - Zeide, ¿vos tenés dos pesos? - me encara León, anoche.
   - Sí - contesto, esperando el mangazo.
   - Porque... yo no soy pedigüeño - repetido esto dos o tres veces, con mucho énfasis-; nomás te quería decir que en el quiosquito de al lado venden un yoyó que ¡me encanta!, no sabés, ¡está buenísimo!.
    Es posible que, en las salitas de preescolar del siglo XXI, los párvulos estén aprendiendo refinadas estrategias de marketing. Y nosotros todavía pensando en el pastito para los camellos...

2 de agosto de 2005

Acidez


   Leo en el sobrecito de Uvasal que acabo de comprar en un quiosco: "Contenido neto 5 gramos". He pagado un peso por él. A ver, niños: cálculos orales. ¡La pucha! ¿Habré hecho mal la división? ¿Qué otra cosa estamos pagando a doscientos mangos el kilo? Mejor, pienso en algo distinto; si no, voy a tener que comprar más sobres...

11 de junio de 2005

Saer


En uno que se moría
mi propia muerte no vi,
pero en fiebre y geometría
se me fue pasando el día
y ahora me velan a mí.

(Juan José Saer, Glosa)

20 de enero de 2005

Los tres familiares

    Otra anécdota de la vida real. Contada esta semana por una amiga, compañera de trabajo.

   La acción, en un tradicional bodegón de San Telmo: el Británico, más viejo que la deuda externa. Detrás del mostrador, un gallego con tantos años (y mugre) como el propio bar. Mi amiga le encarga tres sanguches para llevar, de los que en Rosario llamamos familiares. "Uno sin mayonesa", le aclara.


    Cuando se los pasaron desde la cocina, el gallego comenzó a envolverlos con un pedazo de papel usado; según ella, bien podía ser el mismo en que habían venido envueltas las medialunas matutinas.

    En ese preciso momento, a mi amiga no se le ocurrió nada mejor que pedirle al galaico que marcara, con un escarbadientes, al familiar que no tenía mayonesa. Dice ella que, ni bien dijo esto, se arrepintió. Dice también que alcanzó a escuchar como respuesta algo que sonaba a "Nu tenju ezcarbadientez".

    Lo que ella no dice, lo imagino yo: típico hombrecillo salido de la pluma de Quino, ceño fruncido, puntita de la lengua afuera, buscando a su alrededor algo con que suplir la falta de palillos, para complacer a una clienta tan exigente.

    La búsqueda dio sus frutos. Al toque, sin siquiera darle tiempo a reaccionar a nuestra relatora, se iluminó el quinqué de su sesera. De un platito de lata que algún mozo había regresado de una mesa, con restos de migas a la vista, tomó nuestro héroe una servilleta -usada, por supuesto-, y cortó de ella un pedacito que procedió a zampar primorosamente adentro del sanguche a diferenciar.

    Bueno, ¡tampoco era cosa de andar desperdiciando, joder! Es que, vamos, hombre, no iba a poner la servilleta entera, ¿no?

   ¡Buen provecho!