29 de junio de 2006

To Blog or not to Blog

   ¿Qué nos pasa con la sección de humor gráfico de un diario cualquiera? Digamos, el cuadrito de Fontanarrosa en el Clarín; o el de Daniel Paz y Rudy en el Página/12. Hay veces en que nos caemos de culo ante la ocurrencia de estos tipos. Qué genial, decimos. Y comentamos la humorada con nuestros amigos.

   Pero hay otros días - la mayoría, me atrevo a decir-, en que el rectángulo de humor nos entra por un ojo y sale por el otro, y tiene tanta chispa como la botella de gaseosa que dejamos destapada hace tres días. Es lógico, pensamos: no se puede ser genial todos los días; uno no es ocurrente siempre, por más que desayune brotes de alfalfa con LSD.

   Algo parecido me pasa con los blogs. Por un lado, tienen la indiscutible virtud de permitir que un montón de gente se entere, rápida y fácilmente, de las boludeces que uno escribe. Pero, por el otro, tienen ese costado que no me convence: abrir un blog parece implicar, en cierta forma, la obligación de la cotidianeidad.

   No opino por los demás, pero a mí no se me ocurren cosas que valgan la pena todos los días.

   - ¿Y, qué pasa? - me preguntan, con impaciencia.

   Nada, contesto, es simplemente eso: nada me ha pasado que considere digno de ser escrito y publicado.

   Cuando abrí el lucosas, intenté aclararlo (creo que al pedo): en principio, el objetivo era recopilar y concentrar en un único lugar, de fácil acceso, huevadas escritas con anterioridad.

   A aquellos a los que he decepcionado, mis disculpas: el publicar por publicar no es lo mío. Cuando tenga algo que decir, aquí estará.

   Mientras tanto, sé lo que arriesgo: que los visitantes de esta página, ante la falta de novedades, vayan raleando hasta desaparecer. Lo asumo. Entre ambos males, me quedo con éste.