17 de agosto de 2020

Pandemia y circodemia

   A lo largo de estos meses, todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos estado oscilando entre las explicaciones oficiales y otras, contrapuestas, que iban surgiendo; algunas, tan disparatadas que rápidamente se descartaban; otras, en cambio, que se imponían como verdad absoluta hasta ser, una semana después, sustituidas por una verdad diferente.


   ¿O acaso no hemos dudado, al principio, de la gravedad de los datos? De que estaban exagerando, que no es para tanto, que el año pasado los muertos por gripe fueron más, que las medidas que se tomaban no eran las correctas, que ... ¿sigo? Que fueron los chinos que lo inventaron para joderlo a Donald, o viceversa; o que todo el sistema se puso de acuerdo para perfeccionar el control social, o reducir la población mundial. Ni que hablar de lo que salta ahora, con las vacunas, que la verde, la azul, la amarilla... 


Tal vez, cuando todo esto termine, descubramos que no hubo ningún genio diabólico planificando nada; que, simplemente, las condiciones de mierda en que se producen alimentos a escala industrial, para que sean consumidos por millones de humanos que sobreviven también en pésimas condiciones, son el caldo de cultivo ideal para que estos pedacitos de ARN aparezcan y se reproduzcan tan fácilmente. O tal vez no: tal vez nunca lleguemos a dilucidar nada.


Creo que, a esta altura, sólo tenemos una certeza: nuestra omnipotencia se ha hecho trizas, se ha pegado un tiro en las patas; toda la cháchara circulante acerca de "la tecnología que vino a cambiar el mundo", quedó reducida a cenizas en pocas semanas.


Pero hay algo peor, todavía, que ya venía asomando y la pandemia puso totalmente al desnudo: ¿puede alguien explicarme por qué carajo hemos llegado a esta situación espantosa, en donde ya no le creemos a nadie, no creemos en nadie?